martes, 27 de enero de 2015

CONCILIO DE TRENTO


El Concilio de Trento tuvo especial importancia en el paso del Medioevo a la Edad Moderna. Fue un concilio ecuménico, esto es, una reunión de los principales cargos de la Iglesia para tratar temas eclesiásticos convocado por el Papa y que repercutía a toda la cristiandad. Concretamente lo convocó el Papa Paulo III, no sólo para responder a la Reforma protestante sino también para fijar el dogma católico tras la degradación y crisis a que había llegado la Iglesia católica en el siglo XVI.

El Concilio se desarrolló entre 1545 y 1563, pero no de forma seguida, sino con interrupciones, que permiten dividirlo en tres etapas:

De 1545 a 1547. Se inaugura el Concilio, donde destaca, pese a la mayoría italiana, la representación española y su formación. La amenaza de una epidemia de peste obliga a suspender la reunión.
De 1551 a 1552. Con Julio III. Destaca la numerosa presencia alemana. Carlos V sufre la traición de su aliado Mauricio de Sajonia, que se alía con los protestantes y ataca al emperador en Innsbruck, por lo que se vuelve a suspender la reunión conciliar.
De 1562 a 1563. Con Pío IV. Ya no hay representación alemana ni reformista y se concluyen los temas.
En el Concilio había dos posturas enfrentadas: una, que proponía una actitud conciliadora hacia los protestantes para llegar a un acuerdo, y otra, la intransigente, que acabó por ganar.

Los dogmas concluidos, si bien no eran nuevos, sí se perfilaron y aclararon con respecto a ambigüedades anteriores, aportando una mayor unidad a la doctrina católica y oponiéndose a las ideas protestantes, con lo que el Concilio resultó la ruptura definitiva de ambas tendencias. Algunos de los dogmas o medidas a aplicar fueron:

La idea de la salvación del ser humano tanto por la fe como por las buenas obras.
Una mayor moralización del clero.
La consideración de la presencia real de Cristo en el sacramento de la Eucaristía.
El control de la acumulación de los altos cargos en la jerarquía eclesiástica.
El control de las indulgencias en detrimento de su abuso.
La Vulgata de San Jerónimo como texto oficial de la Biblia.
La interpretación de las Sagradas Escrituras reservada a la Iglesia católica.
La sistematización de las ceremonias litúrgicas.
La veneración a la Virgen y a los santos.
La creación de seminarios diocesanos.
La creación de los archivos parroquiales.

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